Estamos
en el umbral de una fecha que es, sin duda alguna la más significativa
de toda nuestra generación, cuando no de dos o tres de ellas. Y es una
oportunidad fabulosa para compartirles una reflexión.
Sin
importar cual sea tu inclinación espiritual, inclusive si dicha
inclinación no se acerca a ninguna de las corrientes espirituales
tradicionales u ortodoxas, la gran mayoría de los seres humanos sabe que
el 21 de diciembre próximo (mañana) termina el decimotercer ciclo
baktún (o cuenta larga) del calendario maya y que tal desenlace, se ha
interpretado erróneamente como el ocaso de la civilización tal y como la
conocemos.
Sin
embargo, tan especial es esta fecha, que resulta una oportunidad
magnífica para cultivar una conciencia de unidad, aprender que no
estamos aquí para competir, sino que estamos hechos para colaborar, para
compartir y para pertenecer. Darnos cuenta de una vez por todas que
como establecieron prácticamente todas las grandes tradiciones
orientales de la antigüedad:Todos somos uno.
Todos
estamos conectados, formamos parte del mismo ente holístico. Hemos vivido generación tras
generación bajo un esquema que fomenta la competencia, el odio y el
miedo; un esquema que separa. Una visión dualista y egoísta que,
paradójicamente lleva a la ignorancia y a la violencia.
Es
más sencillo profesar un odio exacerbado a quien no cumple o cumplió con tus
expectativas que perdonar y desearle a el o a cualquiera una vida libre de sufrimiento y
llena de felicidad. No es casualidad que conozcas tantas personas que
sienten un odio peculiar hacia alguien o, en el colmo del absurdo, hacia
"algo".
Es
culpa del miedo a lo desconocido y en consecuencia a morir, que nos
estancamos y no podamos explotar todo nuestro potencial al cien por
ciento, y es ese temor el que hace que la violencia que vivimos,
sentimos e inclusive repartimos sea lo común entre nosotros.
Estoy
seguro que no se va a acabar el mundo en estas fechas; por el
contrario, creo que seguirá desarrollándose exponencialmente esta idea holística de que la separación
es nociva y de que todas sus formas deben ser erradicadas. Debe
sembrarse la semilla de la unidad, todos somo uno y jalamos hacia el
mismo lado.
Quizá
de esta manera, dentro de algunas generaciones el odio absurdo entre
aficionados de equipos antagónicos de fútbol se desvanecerá pues habrá
quedado claro que ponerse una playera separa, así como el adjetivo de
nacionalidad no será necesario y se considerará absurdo también en
cuanto no somos mexicanos, ni chilangos, ni de iztapalapa. Somos uno
solo. Y quizá podamos hacer algo para experimentar de manera fehaciente
esa unidad.
¿Qué
tal uno de los llamados actos espontáneos de amabilidad? ¿Qué tal
apoyar alguna causa benéfica? ¿Qué tal un poco de lectura con mayor
contenido espiritual? ¿Qué tal hacernos completamente responsables de
nuestros actos? ¿Qué tal que cuando vuelvas a agradecer algo, lo hagas
con todas las ganas? ¿Quizá ser más agradecido?, ¿más amable? ¿Qué tal
la meditación compasiva? ¿Qué tal intentar estar verdaderamente presente
a lo largo del día? Podemos hacer muchas cosas para sentir esa unidad.
Y
quizá algún día el miedo, el odio, la violencia, la competencia y el
sentido de separación dejarán de manejar nuestras vidas y nuestras
intenciones y estaremos mucho más cerca de experimentar verdadera
felicidad duradera.
Me
sentía obligado a ofrecerte algún disco como homenaje por haber
aguantado leer hasta acá (leemos tan poco que unos cuantos párrafos son
una verdadera proeza en estos días), sin embargo creo que dejaré para
otro post la música. Lo que quería compartirte ya lo leíste. Te amo.
Esto va para ti, pero sobre todo para ti.
--
Iván--