Hay gente que hace música y que está convencida que su utilidad va más allá que el simple placer sonoro que provoca al escucharla.
Los ejemplos clásicos vienen de oriente y son bastantes: la música "clásica" de la India, junto con ritmos como el Banghra y el Qawwali tienen una fuerte carga espiritual que invitan, más que a escuchar, a meditar.
Pero en occidente también encontramos ejemplos de música un poco más profunda que la típica balada triste y melancólica. Bob Marley, por ejemplo, se cansó de decir que la música sanaba, y demostró podía unir culturas y creencias. Quizá la etapa de los Beatles después de conocer al Maharishi puede ser otro buen botón de muestra.
Para nuestro regocijo espiritual, insisto, hay mucha gente convencida de que la música es el vehículo idóneo para alimentar el alma. Antes de que logramos empaquetar la música en artilugios que puedes llevar y escuchar en todos lados, el aspecto espiritual fue la primera utilidad que le dieron los antepasados a lo que hoy conocemos como melodía.
En tiempos tan violentos como los que vivimos, la zozobra amenaza con hacerse con nuestras vidas y la desesperanza se siente en el hogar. Si, literalmente.
La música ofrece ese resguardo espiritual que no podemos encontrar en otro lado y a mi me gusta mucho escuchar a Kula Shaker, que son quienes lograron compaginar con mucho éxito ambos lados de la moneda sonora: lo espiritual de la música oriental con los ganchos acústicos de la música en occidente. Mantras y guitarrazos.
Pues bien, a pesar de que no es necesaria tanta introducción, esta banda tiene nuevo disco, y no obstante que contrasta un poco con esa alcurnia oriental que habían alcanzado y aunque se nota que tomaron lugar en la fila de bandas con ganas de que pongan sus rolas en la radio, las canciones de este disco no pierden la voz y la esencia. Quizá por eso el disco se intitula: K 2.0
--I.--
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